Acá estoy una vez más, buscando desesperadamente señales, respuestas. Revisando viejos cuadernos, escuchando meditaciones, tirándome las cartas, abriéndome los registros akáshicos, rogándole a los ángeles que bajen y me susurren "la verdad", soñando que, las estrellas al fin se alineen y formen una palabra clave que me ayude a comprender lo que "busco".
Ayer, empecé la mañana alterada, las cosas se me caían, las moscas me zumbaban cerca y el golpe en mi dedo meñique del pie con la silla, fue la gota que abrió la canilla de impaciencia y palabras poco bonitas. Fue ahí cuando mi novio, al comprender que algo más grande me estaba sucediendo, me hizo sentarme y con dulzura y firmeza me preguntó "¿qué te pasa? estás alterada, vos no sos así. Sentate, respirá, y si querés hablar y contarme, te agradezco."
Al sentarme y calmarme un poco, comencé a querer hablar, pero al parecer ni yo misma sabía que me pasaba. Eran tantas las miles de emociones que burbujeaban en mi cuerpo, que no podía formular ni una palabra.
Era una mezcla entre impotencia y angustia, pero ¿de qué?. Nuestra gata llevaba enferma dos días del estómago, y esa mañana no había querido comer, ese fue el gran y pequeño disparador.
La preocupación por verla tan indefensa, sin fuerzas, sin hambre, me desgarraban. La impotencia de querer ayudarla, de querer verla bien, de inventarle mil cosas para que comiera, y nada, abrió una cascada de pensamientos terminales y de culpa.
Los recuerdos, culpas, miedos, pensamientos fatídicos, se peleaban para ser escuchados por mi conciencia. Enseguida que empecé a decirlos en voz alta, las lágrimas salían a la par de cada palabra.
Fran, que me escuchaba con atención, me recordaba que, yo no soy una persona fatídica, una persona que se imagina los peores escenarios, me alentaba diciéndome que, yo soy la positiva de la relación, que no entrara en el papel de víctima o de sufrida, que no creara esas realidades, que cortara y disolviera todos esos pensamientos oscuros. Por supuesto, mi primera respuesta fue ponerme a la defensiva, ya que inconscientemente, sí estaba en ese papel de "Drama queen" y sentía que no me estaba tomando enserio o dándome el lugar para desmoronarme.
En un pestañar pude recapacitar y darme cuenta que estaba mezclando las cosas, estaba siendo controlada por mis emociones, por mis miedos y no estaba pudiendo ver con claridad la escena.
Él sí me estaba conteniendo, acompañando, escuchando y haciéndome entrar en razón, simplemente yo estaba estancada en querer sufrir un poco más, y estaba bien también, eso me permitió aflojar varias lágrimas, que se llevaron consigo viejos miedos y creencias de culpa y remordimientos antiguos, que claramente ya hoy, no los quiero más en mi vida.
Acto seguido, mi cuerpo se sentía mucho más liviano, mi mente estaba más tranquila, ya no corrían tantos pensamientos para todos lados. Me levanté de la silla y le propuse irnos de aventura, tener un día de turistas, mezclarnos entre las personas. Era cómo una sensación antagónica de haber querido ser la protagonista hacía dos segundos, a querer pasar totalmente inadvertida entre personas desconocidas.
Ahí fue que comprendí, está bien interiorizar y ver qué sucede, pero también es necesario tomar el control de la situación. Somos adictos al drama, y más si nosotros mismos somos los protagonistas, si es nuestro propio drama.
Simplemente hay que dejar ir, observar, escuchar, reconocer y soltar. Quedarnos más de lo necesario es contradictorio, de nada sirve revolcarnos en nuestra propia mie***da.
Somos responsables de nuestras emociones y pensamientos, tanto como de nuestros actos y consecuencias.
Nos aprontamos, agarramos la cámara, la moto y nos fuimos a pasear, a recorrer lugares a los cuales nunca antes habíamos ido. Es curioso, cómo a veces entramos tanto en la rutina de nuestras propias vidas, que nos olvidamos que hay un mundo afuera, repleto de aventuras y lugares por conocer. Permitirnos disfrutar de ellos, sin preocupaciones, en ocasiones puede permitir que se filtre algún sentimiento de culpa, que es necesario observar.
En fin, disfrutamos del día, fuimos a almorzar con otra amiga y reflexionamos un poco más sobre la importancia de interiorizar cada vez más en uno mismo. Hablamos incluso de cómo a veces juzgamos, o subestimamos, a los niños sobretodo, por ser manipuladores, o celosos con sus padres, cuando en verdad no aprendemos cosas por que sí, las aprendemos porque alguien nos las enseña.... (Aplica para cosas positivas y negativas).
Todo esto me llevó a entender que,
Los adultos por ser adultos, o por ser padres, no quiere decir que tengan las cosas resueltas. Tampoco que sepan exactamente qué hacer y cómo hacerlo. Siguen sin conocerse a sí mismos, siguen teniendo miedos y limitaciones mentales, emocionales y hasta físicas. Sus sombras no desaparecen cuando tienen hijos, al contrario, las reflejan, proyectan y expanden.
Constantemente creemos que conocemos a los otros, que sabemos qué sería lo mejor que deberían hacer y qué no, cómo solucionar la vida de todos, menos la nuestra.
Muy pocas veces nos damos cuenta, que nosotros tampoco tenemos la vida resuelta, que tampoco sabemos qué queremos, qué buscamos, qué necesitamos, cómo pedir las cosas, cómo comunicar nuestras emociones, deseos, miedos, etc. Y mucho menos, sabemos cómo cuestionárnoslo.
El trabajo interior de cada uno, es y debe ser de cada uno. Nadie puede darte las respuestas que necesitas, nadie puede decirte qué hacer, podemos buscar guías o consejeros, pero nadie puede hacer el trabajo por vos mismo.
Así pues, después de todas estas reflexiones, me encuentro pecando una vez más. Buscando "algo", queriendo "dar algo", buscando aprobación, cómplices, o personas que coincidan o discrepen. Buscándole el sentido a las cosas, cuando el sentido son las cosas en sí mismas.
Es por esto que, me permito este espacio una vez más, tal vez escribiendo esto encontraba esa respuesta, los ángeles se habrían metido entre mis dedos y mi teclado y habrían bajado ese mensaje tan esperado.
¿Cuántas veces más voy a caer con la misma piedra? ¿Qué tantas respuestas busco? No existen las respuestas en sí mismas, no hay resultados finales, no hay metas reales, no hay que llegar a ningún lado, no tengo que demostrarle nada a nadie, no necesito la aprobación de nadie, confío en mí misma, en mis propias respuestas. Después de todo, si ni yo misma tengo mis propias necesidades claras, ¿quién de afuera puede llegar a saber qué es lo que necesito? ¿Existe eso realmente? Obviamente, las palabras de algún amigo, el abrazo de mi pareja, un chocolate, herramientas de desarrollo personal, puedan ayudarme, pero al final del día, la que tiene que moverse hacia eso, soy yo misma.
Por supuesto, también sigo dudando de mi misma, releyendo esto infinitas veces, sintiendo que le falta algo, que no es suficiente, que está poco claro, y las miles y miles de excusas más que me impulsan a querer borrar todo y renunciar. Quizás es una ilusión pensar en que, en algún momento van a desaparecer, porque tal vez nunca lo hagan, tal vez es una parte de mí; pero lo que sí puedo decidir es qué hago con eso, si les sigo dando atención o sigo adelante con mi intención verdadera.
Reconozco en mí mis inseguridades, mis miedos, mis limitaciones, mi miedo al qué dirán, al querer ser perfecta ortográficamente, a que me digan loca, u otras cosas más, la verdad es que tampoco me interesa mucho seguir escarbando en las terribles cosas que mi mente es capaz de decirme.
Sí, me reconozco, me permito sentirlas, escucharlas, darles luz, contarlas en voz alta, compartirlas en palabras, en textos, pero ya no les permito que me controlen ni me quieran hacer renunciar a lo que me hace bien, a mi esencia, a mostrarme tal cual soy, vulnerabilizarme.
Está muy mal categorizado el concepto de "vulnerabilidad", la realidad es que para mí, ha sido de las vitaminas que más me ha ayudado a sanar y ser quien soy hoy. Se las recomiendo humildemente.
Les deseo un excelente día, gracias por estar! Salud.