Muchas veces nos olvidamos que tenemos otros 4 sentidos además del de la vista. Tendemos a analizar y justificar todo y sólo aquello que podemos ver. Tal es así que, damos por garantizado y hasta despreciamos el verdadero valor de los otros. El valor del olfato, ese poder que nos permite sentir el pasto recién cortado, o esa combinación entre agua salada, arena y protector solar. El olor a esa comida casi lista, los abundantes perfumes nuevos de la primavera, el olor al pan recién salido. El valor del poder escuchar los diferentes cantos de miles de pájaros cada mañana, esa risa contagiosa de bebé, el crepitar del fuego o la lluvia cayendo lentamente sobre una chapa, personas hablando y riendo, el silencio, incluso la perfecta armonía entre diferentes instrumentos y esa voz característica de tu cantante favorito. El valor del saborear esa pasta de domingo en familia, ese chocolate caliente en una tarde de invierno, o esa fruta fresca y jugosa en un día de verano, la combinación entre algo dulce y salado, lo ácido o lo amargo, lo refrescante que puede llegar a ser el agua o cualquier otra bebida, una cerveza fría o un vino con amigos. El valor del tacto, en lo personal mi favorito y el menos tenido en cuenta, ese poder para sentir un abrazo, un beso o una caricia, el agua salada o una ducha calentita, la espuma del jabón o la crema después de bañarnos, ese buzo calentito, esa manta suave que nos cubre los pies, esa sensación cuando algo nos eriza la piel, el acariciar a tu mascota y lo suave que pueden ser los conejos, el alivio que sentimos después de rascarnos. El sexto sentido, como los otros, existe solo que no lo reconocemos como tal. También tiene su lado "bueno y malo", me limité a describir el "bueno" ya que es el más fácil de olvidar y dónde radica su importancia. Son muchas las veces que desearíamos no sentir, bloquear alguno de estos sentidos con la esperanza de así poder sufrir menos. La realidad es que los sentidos son de las cosas más hermosas que el ser humano puede tener, simplemente no sabemos identificar su verdadero valor.
El sexto sentido es el amor, esas mariposas en la panza, la piel erizada, la parálisis mental, el nerviosismo al hablar, el sudor en las manos, ese empoderamiento que nos hace querer salir corriendo al mundo con la frente en alto. La compasión, cuando vemos u oímos una historia triste ajena que nos llena automáticamente los ojos de lágrimas y nos genera la necesidad de querer ayudar en lo que sea. La paz mental, esa tranquilidad que gobierna nuestro cuerpo, independientemente de lo que suceda en el exterior, sabemos que todo va a estar bien y que nada es tan grave como parece. La sabiduría, esos conocimientos que nunca nadie nos enseñó pero que aún así se encuentran envueltos en una fe y certeza indiscutible. La intuición y la empatía, las sensaciones y las emociones, el autoestima y las inseguridades, miedos y virtudes, la esperanza y la fe, todo eso y más, forma parte, para mí, del nuestro sexto sentido. Solo basta con empezar a reconocerlo y darles la importancia que realmente tienen.